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Mostrando entradas de octubre, 2015

Sus manos

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ISBN: 978-84-8195-480-2 Me desperté temprano, creo de buen humor y, mientras terminaba de preparar el equipaje, traté de imaginar cómo hubiese sido mi vida a su lado. Habían pasado demasiados años y ya no podría verla con todo el esplendor de su juventud, tampoco con las arrugas lógicas de una madurez avanzada ni con la senilidad de una vejez injusta. Me esperaba un cadáver del que despedirme en silencio, porque sería de idiotas gritarle a un cuerpo yerto, que no siente ni padece, pero que te implora una despedida en toda regla antes de que los operarios de la empresa fúnebre la dejen fuera del mundo de los vivos para siempre. Mi buen humor no se debía a esta situación, no es agradable ir de entierro, pero creo que ella merecía la mayor de las sonrisas aunque mi corazón estuviese encogido por las lágrimas que aún no había podido ser capaz de derramar. Hoy después de tanto tiempo he recordado sus manos, hoy después de tanto tiempo, ¿cuánto?, no sé, mucho, quizás demasiados,

Noviembre

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Noviembre es un mes raro para mí. Dicen que es el mes de los difuntos. Yo no tengo muertos a los que recordar, ni amigos, ni parientes, ni conocidos. Bueno, la verdad es que habrá por lo menos uno en cada división de las que he hecho, pero aún es pronto para recordar estas cosas, sobre todo si partes de la base de que a los vivos todavía no los distingo del todo. Perdí la memoria hace un año. Me han contado que fue en un accidente de circulación, yo no lo recuerdo. Sólo mi mente salió mal parada, me quedó algún que otro moretón, un brazo roto y esta pequeña cicatriz, bien zurcida, en la barbilla, por un excelente doctor que seguro había hecho un curso de corte y confección antes de dedicarse a estos menesteres de salvar vidas. Es triste morir, pero peor es hacerlo en noviembre. He aprendido a hablar hace escasos meses, no puedo mantener una conversación muy larga, pero por lo menos entiendo lo que dicen a mi alrededor. Con las piernas tengo más trabajo, porque no consigo ent

Hoy he liberado mi espíritu, también mi mente

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Quise tenerte entre mis brazos, ISBN: 978-84-8195-481-0 y te escurrías como las gotas de lluvia entre mis manos. Quise que me amaras para siempre, y tu voz me negaba el deseo. Quise correr para alcanzarte, y tus zancadas me hacían ir algo rezagada. Quise compartir mi universo contigo, y tu mundo vagaba por otra galaxia. Quise calentar tu lecho, y las largas noches se volvieron heladas. Quise bautizar a nuestra casa con la palabra “hogar”, y tú huías de ritos purificadores. Entonces, quise enloquecer, para no ser consciente de mi derrota, pero hoy, al despertar, me he impuesto olvidar que "un día quise".

Como una losa de cementerio

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" Tenía el nombre de Belisa Crepusculario,  pero no por fe de bautismo o acierto de  su madre, sino porque ella misma lo buscó  hasta encontrarlo y se vistió con él. ” “ CUENTOS DE EVA LUNA" Isabel Allende ISBN: 978-84-8195-367-1 No, no era un gato cualquiera era negro para mayor desgracia. Se paró ante mí, me miró desafiante y de un salto desapareció por el callejón de atrás de la casa. ¡Parecía que Dios la había vuelto a tomar conmigo!. El otro día me dejó atrapado en el ascensor cuando iba al segundo piso y hoy, además de dejarme sin comer he tenido que soportar esta mirada felina. Serán menudencias pero noto que cada vez se despreocupa más de mí, así que un día de estos me voy a cansar y me aliaré definitivamente con el diablo, vendiéndole mi alma si es preciso a bajo coste, porque dicen que con él se está más arropado. Pero esto no es lo que realmente yo quería contar. Yo quería hablaros de una experiencia desagradable que tuve hace muchos añ

Septiembre

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Debería de odiar ya esta época del año. Septiembre. ¡Qué mes! Puedo recordar tantas cosas que me han sucedido por estas fechas, que si pudiese borrar estos treinta días del calendario, me los saltaría "a piola", como cuando jugaba de pequeña en el patio del colegio. En septiembre volvían las clases, con ello terminaban las vacaciones, la rutina se adueñaba de nosotros. Tendría que volver a compartir pupitre y silencios con Elisa, esa pecosa, pelirroja de ojos azules y piel inmaculadamente blanca. Ella también me odiaba. Yo veraneaba tres meses en la costa, ella se asaba tres meses en un rincón de esta gran ciudad. Sí, compartíamos pupitre, nuestro apellido era el mismo, Martín, de ahí el sentarnos juntas en el centro exacto de la clase, pero nuestras vidas no se acercaban, no coincidían en absoluto, no había ni tan siquiera una mota de polvo igual en nuestro coexistir, en nuestro expediente académico, ni en nuestro destino. Pese a todo, formamos parte al unísono de

Un funcionario gris, tirando a oscuro

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ISBN:978-84-8195-305-3 “Hace ya mucho tiempo, le rondaba por la cabeza la idea de dejarlo todo y salir corriendo. No lo hacía por cobardía, eso era evidente. Sabía que nadie lo buscaría, le echaría en falta o simplemente iría a la policía para denunciar su desaparición. No tenía ganas de morir, en absoluto. Jamás le habría rondado esa absurda idea por su cabeza. Pero nadie conserva sus ideales intactos eternamente y ahí yacía muerto Juan Bernardez de Soto, en su brillante ataúd de caoba, forrado de terciopelo rojo y engalanado con su impoluto traje de chaqueta cruzada de tinte gris oscuro, que sólo vistió en tres contadas ocasiones y que se pudriría junto a él y la caja de madera que los albergaba con el paso del tiempo. El féretro transportado en el interior de un flamante “Mercedes, modelo Manhattan, color gris plomizo”, se dirigía hacia el osario propiedad del Ayuntamiento a paso lento, seguido de cuatro rostros serios, que no se dirigían la mirada entre ellos, y que parecían

7:38 am

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A la tercera señal de llamada ella descolgó el teléfono, llegó atropelladamente hasta el aparato porque tropezó con una caja y casi estuvo a punto de caerse de bruces contra el suelo. Al otro lado del hilo telefónico la voz de un hombre le sonó familiar, pero no pudo reconocerla enseguida.   ¿Manuela?   Sí, al aparato. ¿Quién eres? –Preguntó ella, sin mostrar mucha alegría– La voz familiar, pero aún desconocida, la sacó de la abstracción en la que se encontraba. Eran las 7:40 de la mañana. Se estaba vistiendo. La noche anterior había estado metiendo todos los enseres personales de David en cajas que le habían dado en la droguería de debajo de su casa. Eran cajas de productos con nombres de perfumes que todavía conservaban su esencia, unas fragancias le resultaban agradables, en cambio otras, casi le hacían perder la conciencia, hasta que su pituitaria se mareó y dejó de percibir cualquier olor. Habían pasado diez años, hasta entonces no pudo hacerlo. Pensaba, algunas veces

Febrero (Madre)

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(Escribí este texto hace años, unos 16 por lo menos, hoy ha vuelto a mí por casualidad, buscaba otra cosa, tengo que tragar saliva varias veces para echar un maldito nudo que se ha instalado en mi garganta...)   ___________________   Antes de ayer me compré un jersey negro, de cuello vuelto, bueno en la etiqueta que prendía en su interior decía: "jersey de canalé, cuello de cisne, manga larga, mujer, cien por cien algodón". Antes de colgarlo en el armario tuve que plancharlo porque la dependienta de la tienda lo había doblado de tal forma que lo saqué de la bolsa completamente arrugado. En ese instante, no sabía, no me podía pasar por la imaginación que tendría que usarlo para esto. ¡Qué trabajo me costó quitarle la arruga que tenía en el centro justo del pecho! Ahora la veo como un presagio de tu muerte, como si me estuviese previniendo, dándome una señal, para que mi corazón estuviese alerta y no notase esa punzada a modo de cuchillo traicionero, que te atraviesa de