La vivienda, ubicada en un cuarto piso, exactamente a 28 metros del suelo, los mismos que distaban de la azotea, no tenía nada que ver con las construcciones hechas con buen gusto y, sobre todo, con buenas calidades. La pared de la derecha daba al este, aunque si no tenías una brújula a mano no podías saber que el sol comenzaba su ascenso cada mañana por ese lugar, ya que carecía de ventanal alguno que te dejara ver la estrella refulgir cada alborada como por arte magia. Justo enfrente, con orientación oeste, había un pequeño ventanuco que servía de respiración e iluminación al habitáculo, pintado de azul, con dos pequeñas hojas abatibles que impedían que te pudieras asomar por ellas, aunque la vista no era nada del otro mundo, pues a través de los cristales lo único que divisabas era la ropa tendida de los vecinos del inmueble y alguna que otra antena de TV que los inquilinos habían colocado cada cual en su ventana para ver mejor los programas televisivos, porque la antena colect...