Las aguas del Mar Rojo

Desperté al mundo 
Y clamé a los dioses por encontrarla. 

Apareció ante mí 
y mi cielo se abrió igual que las aguas del Mar Rojo. 

Volví a implorarles que nunca se fuera 
y del cosmos cayó una gran soga. 

La deposité a sus pies, 
y le supliqué que nos enredáramos en ella. 

Lo hicimos sin nudos ni ataduras, 
y todavía hoy, deambulamos juntos 
cogidos de la mano.

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