Lola en los acantilados de Moher

Lola escribía velozmente a máquina. Lo hacía con solo cuatro de sus diez estilizados dedos. Seguía haciéndolo en una máquina de escribir manual, concretamente en una reluciente e inmaculada Valentine Olivetti , color rojo intenso, del año 69, porque decía que los ordenadores estaban endemoniados y le robaban las ideas y hasta las palabras. Olivetti Valentine Lola rondaba los sesenta y tantos años, aunque nunca confesó su edad verdadera, ni siquiera a Eulalia, su mejor amiga y compañera de juergas diurnas y nocturnas, excursiones, charlas y partidas de cartas. Lola fumaba tabaco de liar marca Peterson Iris Dew aunque tenía miedo al cáncer este nunca la matará. Lola adoraba el ron, la playa, la música y escribir a máquina como ya hemos comentado. A veces lo mezclaba todo y la combinación le salía perfecta, su mundo era sublime. Las historias que contaba en el periódico local en el que publicaba semanalmente su columna titulada “ Mi ciudad, su entorno, todo un misterio ” conmoví...