Mis dilemas (o por qué sinceramente de lo único que tengo ganas ahoramismo es de llorar a moco tendido)


No sé hablar en público, las ideas se me agolpan en la mente y quisiera expresar más de lo que sale por mi boca. La palabra escrita creo que se me da mejor, quizás sea por aquello de ir tachando, releer lo escrito y volver a reescribirlo de forma más cabal o completarlo si algo es erróneo o falla. Cuando hablas eso no puedes hacerlo, lo dicho queda en la mente ajena y lo no dicho no existe en ningún tiempo pasado o venidero.

Los cambios me producen incertidumbre, aunque en verdad de lo que me entran ganas es de llorar a moco tendido. Se me coge un nudo, aquí como en la boca del estómago y no me deja respirar, tomo aire profundamente como queriendo llevarme el aroma de un jazmín en una noche veraniega para que inunde mis sentidos por completo y revuelva mi interior, pero en realidad es sólo instinto de supervivencia, porque ya digo que en verdad lo que me falta es la respiración y lo que quiero y necesito es llorar intensamente y desahogar mi tormento.

Estos días estoy pasando por esas dos fases, la de no poder hablar y la de tener ganas de llorar y no poder respirar. Es una tontería, lo sé y lo confieso, pero siento que la decisión que pueda tomar hoy va a condicionar mi futuro inmediato, no sé si a más largo plazo, ya veremos.

De todo se sale, me consuela decirme yo misma en voz baja, tan baja que a veces no puedo ni oírme o de obvio que me parece me da vergüenza porque sé que todo tiene solución en esta vida, excepto la muerte. Y la muerte, al fin y al cabo también es una salida, te libera de la vida, te exime de responsabilidades y te descarga de angustias y congojas. 

Ahora mi realidad son montañas de papeles cargados de ácaros donde por azar, suerte o fortuna algunos legajos quedarán para el recuerdo y otros irán a parar directamente al contenedor de papel para ser reciclados y convertirse en ¡Dios sabe qué! Los he alineado en columnas, por temas, por lo menos eso pretendía, ya se verá si es así o no, aunque en verdad no creo que nunca me entere, ya que nadie vendrá a darme una palmadita en la espalda, ni para bien ni para mal, ni con cariño ni con rin tintín, así que eso debe consolarme un poco, quedo fuera de juego para lo bueno y para lo malo, y no me importa, porque mi egolatría la perdí hace tiempo, aunque algunos no lo crean.

He tardado varios días en terminar esta faena, este ha sido mi único trabajo por el que cobraré a fin de mes mis emolumentos, la verdad que el jornal es excesivo para el trabajo cumplido pero alguien lo tenía que realizar y me tocó, ¡qué le vamos a hacer! Eso sí, no pretendo llevarme nada de todo lo apilado, “el muerto” por así decirlo, recaerá en otra persona, yo a lo sumo me llevaré las cosas que he ido almacenando durante estos veintiocho años de servicio, son pocas, una grapadora, un quita grapas, una taza con clip con varias sorpresas dentro, como esas golosinas de infantes que traen un juguete en su interior, bueno pero eso ya lo sabéis porque a bocazas a veces no me gana nadie y ya lo confesé en su día escribiendo una entrada en este mismo mi blog. Total, por ese mismo azar, suerte o fortuna que tendrán los legajos apiñados, yo iré a parar a otra dependencia con mis limitados bártulos, donde ni tampoco Dios sabe qué me deparará el destino porque si bien no creo en que “los caminos de Dios sean inescrutables” sí pienso que con el pie, con el que se levanta cada mortal por la mañana, influye sin más en cómo será tu día y eso asusta un poco o ¿no?


Sigo inspirando profundamente a cada renglón que queda escrito, el aire no parece aliarse conmigo y se niega a quedarse aunque sea sólo el tiempo indispensable dentro de mi cuerpo. No pido mucho, dejar que el ciclo respiratorio se produzca, que se oxigene el cerebro, inspirar, para tomar oxigeno, no siempre puro pero oxigeno necesario al fin y al cabo, espirar y soltar el dióxido de carbono que ya no hace nada dentro de mí, puede irse cuando quiera, pero nada, me veo hiperventilando sin remedio, a este paso “expiraré” en el intento.

Bueno, he necesitado siete días para ponerme a escribir esta bobada, aunque yo las considero palabras sinceras, palabras que quizás no podría haber dicho en voz alta, pero que la reflexión de los días, quizás también ver como desmantelan ahora mismo los muebles del despacho de mi cesado jefe, haya influido también un poco, y haya hecho que se vayan conformando en mi cabeza frases precisas, las que ahora puedo reflejar en el papel virtual de esta máquina diabólica llamada ordenador. A lo mejor son pocas palabras o innecesarias o no tienen sentido, pero me salen del corazón, me dejan en cierto sentido aliviada porque al no decirlas quizás estarían ahí para siempre y quiero descargarme de una vez por todas de este peso megalítico para librarme de remordimientos y pesadumbres.

A partir de aquí cambio de aires, empiezo otra andadura laboral, la espero no con ansia porque los años laborales me han enseñado que al final todo fluye, que al final la costumbre se anquilosa en el presente y a la vuelta de la esquina todo se confunde y parece que llevas siglos haciendo lo mismo, que nada ha cambiado.

Confieso que me da vértigo. Volver a empezar me aturde un poco pero le pondré el mismo empeño y empuje como el que le he puesto hasta ahora. La suerte está echada, sólo falta que el ánimo me acompañe, sé que no parto con fuerza vehemente porque las ganas de llorar me frenan un poco, ya lo he dicho, esto es lo que ocasionan los cambios en mi vida, que me quedo con ese nudo, aquí, como en la boca del estómago, que no me deja respirar y de lo único que tengo ganas, sinceramente, es de empezar a llorar a moco tendido.

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