Cristales rotos
La nueva enfermera me trajo la medicación diaria. Me asusté al ver sus ojos. Su mirada se clavó en mis pupilas y ya no puede apartar la vista de ella. Sí, incomprensiblemente fue su mirada penetrante la que me trajo los recuerdos de aquellos días. Porque era tan distinta a la suya, quizás por eso o tal vez porque esa fue siempre la mirada que yo esperaba encontrar, una mirada ingenua, divertida, perspicaz, sin gota de melancolía, nada amarga y sin heridas o porque daba igual que existiera o no otra mirada. No lo sé, ahora no lo sé, estoy demasiado confuso. De lo que sí estoy seguro es que no pasará un segundo de mi vida sin tenerla en mi mente. Hace ya diez años de todo, pero ahora mismo para mí es como si hubiesen pasado tan sólo diez minutos. El caso es que al contemplar su vivaz mirada me ha dado un vuelco el corazón, no me había pasado nunca, el tamiz por el que he filtrado nuestra historia ya no sirve de nada y la película de nuestra corta vida juntos comienza a pasar en blanco y...