La lata metálica de galletas



La niña que me miraba desde la fotografía con cara sonriente y gesto afable, era yo.

Habían pasado 58 años desde que me hice ese retrato y creo que a lo largo de mi vida no me he hecho muchos más, bueno los reglamentariamente obligatorios para ir renovando los documentos oficiales.

Dicen que todos llevamos el niño que fuimos dentro, que lo acarreamos para el resto de nuestros días y que tenemos que estar en paz con él para poder crecer a gusto.

Yo creo que mi niña se había ido hacía tiempo, quizás me abandonó o la perdí por el camino sin darme cuenta o se desvaneció porque ya no quería estar conmigo o puede que cuando emigré no quiso acompañarme porque el destino tenía para ella reservada una vida venturosa.

No he sido feliz lo confieso. Fui hija única. No me casé. No tuve hijos. Cuidé a mis padres hasta el día de su muerte y yo también transité hacia el mundo de los muertos un poquito junto a ellos.

He portado un peso demasiado molesto y fastidioso, hoy me duelen los huesos y hasta el alma.

Ahora, haciendo balance, postrada en la misma cama que vio morir a mis padres, con la única compañía de mi gato enfermo y un puñado de fotografías que acabo de sacar de la lata metálica de galletas, comprendo que esa niña me abandonara. He de reconocer que me ha hecho ilusión volver a verla y, por un momento, las dos hemos estado frente a frente sonriéndonos. Ahora lloro y la maldigo y rompo su foto en mil pedazos, por rabia, por dejarme sola, por despecho, por miedo a que algún día alguien la encuentre entre la basura y quiera crearle una historia feliz, en la que yo, no participe.



Puedes verlo publicado en la

Página núm. 17
Desafío mensual
"La niña", Ganadora


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hetty and The Jazzato Band

Tu ausencia

Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)