El grito


Volví a enfocar su figura uniformada en la mirilla del rifle, todavía no me había descubierto pero era cuestión de tiempo, mi dedo índice tenía que ser más rápido que el suyo, mi vida dependía de ello. Él paseaba nervioso, algo torpe, pistola en mano, mirando en todas direcciones para no ser cazado, pero hacía excesivo ruido, parecía como si quisiera que lo matasen. Mis nervios no eran menores, allí, agazapado en el arbusto, tragaba saliva y el sudor me caía a goterones. Un grito nos sacó a los dos del campo de batalla, mamá anunciaba la hora de comer, corrimos a casa, las arma de fuego yacieron en el césped. 

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